Overview
Profesora e investigadora con especialización en culturas y literaturas latinoamericanas, Bridgette W. Gunnels dialoga con dramaturgo Abel González Melo, autor de más de veinte obras de teatro. [Read the English translation of this interview here.]
Queer Intersections / Southern Spaces is a collection of interdisciplinary, multimedia publications that explore, trouble, and traverse intersections of queer experiences, past, present, and future. From a variety of perspectives, and with an emphasis upon the US South, this series, edited by Eric Solomon, offers critical analysis of LGBTQ+ people, practices, spaces, and places.
Introducción
El dramaturgo Abel González Melo nació en 1980 en La Habana, Cuba, mismo año en que el Exodo del Mariel vio a aproximadamente 125,000 personas huir de su país, un evento que dramatiza en su obra de 2018 En ningún lugar del mundo. González Melo estudió Artes Teatrales en la Universidad de las Artes de Cuba. Ha recibido diversos premios y galardones por sus obras literarias y teatrales, entre ellos el Premio Primer Concurso de Dramaturgia de la Embajada de España (2005) por Chamaco, una de las obras más reconocidas de González Melo, y más reciente el prestigioso Premio Literario Casa de las Américas 2020 (enero).
Las obras de González Melo abarcan dos décadas y cubren múltiples temas sociales dentro de la vida cubana. Desde la complicada relación de Cuba con el Exodo del Mariel en En ningún lugar del mundo (2018) hasta la prostitución adolescente a principios de la década de 2000 en La Habana Vieja en su trilogía, Fuga de Invierno (2004–2009), sus obras sumergen al público en las calles que rodean el Capitolio de La Habana, en los parques, callejones y teatros que brindan espacios para la prostitución ilegal, en casas particulares que centran la importancia de la familia para los cubanos. La primera década de la escritura de González Melo problematiza la cultura juvenil cubana de principios de la década de 2000, una cultura a la vez gay y heterosexual, hambrienta y saciada, resistente y complaciente en un país donde la Revolución todavía se lucha a diario en las calles (aunque ahora rodeados por los "WiFi hotspots" aprobados). Mientras González Melo mantiene su identificación sexual privada, sus obras desafían la categorización, preguntan cuestiones de sexualidad y exploran la supervivencia, la mercantilización del cuerpo, el trauma mental intenso, el dolor de la historia y el amor profundo de la familia. Sus personajes se entretejen dentro y fuera de sus obras para demostrar esa complejidad: mientras algunas cosas han cambiado, otras siguen igual de siempre.
La obra más reciente de González Melo pasa a recuperar personajes literarios y episodios de la historia cubana con una perspectiva revisionista. Figuras históricas de la obra de González Melo incluyen la poeta feminista de principios del siglo XX María Luisa Milanés (de Bayamo, Cuba) en Bayamesa (2019), que ganó el premio Casa de las Américas de teatro en enero de 2020. En abordar el tema de la censura en el apogeo de la Revolución en Cuba, la obra más reciente de González Melo presenta personajes históricos cubanos. Fuera del juego dramatiza la experiencia de la figura cultural Heberto Padilla, un poeta venerado cuya obra criticó la Revolución y sus líderes en su momento, 1967–68, resultando en su arresto, tortura y exilio a los Estados Unidos en 1980. Padilla trabajó muchos años en varios puestos en el sistema universitario en los Estados Unidos, como Ohio State University, Bowdoin College y el Instituto de Humanidades de la NYU, antes de morir solo como poeta residente Auburn University en 2000. En su drama más reciente, Cádiz en José Martí (Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz, 2020), González Melo dramatiza al mítico héroe nacional de la isla, el revolucionario José Martí (1853–1895). González Melo lo sitúa en la ciudad española de Cádiz, el primer destino de Martí en su largo exilio y deportación política bajo el régimen colonial.
En esta conversación, González Melo explica su proceso creativo e inspiraciones, la experiencia de la migración cubana como material dramático y la idea de refundir la historia para nuevos públicos y tiempos. Habla de cómo se basó en la experiencia actual en La Habana para crear Fuga de invierno y cómo su obra reciente se sumerge profundamente en las preguntas de la comunidad y la familia durante algunos de los momentos más severos de Cuba. González Melo también reflexiona sobre las ligaduras singulares entre Estados Unidos y Cuba. Uno de estos vínculos es la conexión lingüística español-inglés, ya que muchos cubanoamericanos son bilingües. Por lo tanto, aunque esta conversación se llevó a cabo en español, hemos proporcionado traducciones al inglés. [Read the English translation of this interview here.]
Chamaco : El comienzo de todo, o el trabajo inicial de González Melo
Gunnels: ¿Por qué la dramaturgia? ¿Piensas que el teatro es el mejor vehículo para las historias que quieres contar?
González Melo: El teatro tiene algo maravilloso para un escritor: aleja a la literatura de la soledad. Propone la creación en equipo y el contacto directo con el espectador. Ambas cuestiones me resultan muy atractivas: la idea de que la escritura nunca cesa, siempre es reinterpretada en presente, necesita la comunión del director, los actores, los diseñadores, los técnicos, y precisa, indefectiblemente, la complicidad del público. Me deslumbra esa naturaleza inacabada de la escritura dramática, esa urgencia por impactar de modo inmediato. Disfruto escribir narrativa o ensayo, pero en ambos casos extraño el diálogo real con el ser humano. Será porque, cada vez más, la dramaturgia es en mí un proceso relacionado con un grupo humano concreto, una textura imaginada para gravitar sobre una cuerda floja.
Gunnels: ¿Sientes 'inacabada' esa naturaleza porque necesita de otros artistas para completarse, o porque, cada vez que se representa una obra, hay una nueva audiencia que tendrá reacciones distintas?
González Melo: El teatro lo hacemos entre todos, los artistas y el público. Basta recordar el origen griego de la palabra "teatro", que significa "mirar". Es decir, solo existimos porque alguien nos mira. Es uno de los mayores placeres de escribir dramaturgia: sentir que uno solo ofrece una guía de acotaciones y parlamentos sobre el papel, solo eso, pero que el personaje tendrá el cuerpo, la voz y el alma de quien lo encarne delante del espectador, que es quien terminará de construirlo en su proceso de recepción activa. ¿Por qué seguimos asistiendo una y otra vez a los estrenos de los clásicos? Pues porque su esencia, más que en el argumento, radica en cómo se cuenta hoy esa historia en el ágora pública: quiénes la ejecutan, por qué deciden hacerla, en qué contexto y ante quiénes, qué sentidos nacen de esa experiencia.
Gunnels: Quisiera pintar la escencia de la triología Fugas de invierno para la audiencia antes de que lo comentemos.
Chamaco (Kiddo, 2004, traducción al inglés de William Gregory) es la primera entrega de la trilogía.1Hay dos traducciones publicadas. William Gregory tradujo los dos Chamaco y Nevada; Yael Prizant tradujo la triología en versión bi-lingual con prensa distinta. Chamaco se ha representado a nivel mundial, desde el Teatro Argos en La Habana hasta Manchester, el Teatro HOME de Inglaterra, hasta la traducción más reciente al checo, con la producción en Praga programada para el otoño de 2021. La trilogía, que incluye Nevada y Talco (la segunda y tercera entrega), cubre un lapso de tres meses en un invierno tropical del descontento, como escribe la crítica de teatro y académica titular Lillian Manzor "the trilogy addresses concerns that are dear to the author and his generation, namely: the complex and contradictory ways in which homosexuality, sex, and migration from the countryside to the capital becomes means of survival in a society that has lost all sense of value."2Lillian Manxor and Austin Webber, "Ground Down to Nothing but Still Fighting." Hemispheric Institute of Performance and Politics. Accessed March 25, 2021. https://hemisphericinstitute.org/en/emisferica-82/manzor-webbert.html. Chamaco sumerge a los espectadores en la Nochebuena en La Habana, donde una hermana espera con inquietud que su hermano regrese a casa para una cena que nunca comerá, ya que sin saberlo ella, murió en una pelea con cuchillas. Nevada sigue a Lucía y su novio/chulo Rosnay cuando se encuentran con la realidad de vender sus cuerpos en el esfuerzo por salir o escapar, en este caso, al estado de Nevada, donde la prostitución es legal, y los "dulces vienen envueltos en papel de brillo". Talco, la última entrega, retrata una realidad cruda y sucia que se desarrolla principalmente en el baño de un antiguo cine utilizado para el tráfico y la prostitución, donde los caminos de cuatro personajes—Javi, Máshenka, Zuleidy y Álvaro—se entrecruzan en una batalla violenta y tensa de supervivencia. A la trilogía la siguen casi veinte obras más, muchas de las cuales han sido traducidas a varios idiomas y representadas tanto en Estados Unidos como en el extranjero. Abel, esta trilogía realmente centra la experiencia de la juventud cubana. Describe la importancia de dar voz a la gente joven cubana en las obras que has escrito.
González Melo: Ahora que lo comentas, pienso que los protagonistas de mis obras han ido teniendo mi edad en el momento de escritura, y en cada texto van siendo mayores estos personajes porque crecen conmigo. He querido llenarlos de mis dudas, mis afectos, mis dolores. Son la imagen sublimada de mí mismo en medio del mundo en que he crecido: la Cuba de entresiglos, y desde hace algo más de una década también la España del XXI. Vivo a caballo entre los dos países y los observo a ambos con una mezcla de pasión y extrañeza. No puedo hablar de todos los jóvenes como una masa, eso no sé hacerlo, pero sí de mí en el paso de la adolescencia a la juventud: esas pulsiones son las que habitan mi teatro. Ojalá tengan que ver con las de otras personas.
Gunnels: Dime más sobre eso que llamas 'pasión y entrañeza.'
González Melo: Recuerdo que a principios de los 2000, cuando atravesaba en la noche la Habana Vieja rumbo a mi casa, me despertaban enorme curiosidad las decenas de adolescentes que aguardaban apoyados en las columnas, frente al Capitolio, o rondando el Parque Central, en medio de la zona turística. ¿Qué hacía toda esta gente aquí? ¿Quiénes eran? Poco a poco fui acercándome a ellos, muchos vivían clandestinamente en La Habana, habían emigrado desde el Oriente de la isla. Todos se prostituían, o aspiraban a hacerlo.3Una nota de González Melo: "Aquí estamos hablando, si hay que aclararlo, solo de cisgender masculinos. Yo no soy expert en estudios y terminology de género, pero los trans y las chicas están, como explico, en otras zonas de la ciudad." Supe de historias fascinantes, terribles. Irlos descubriendo a fondo no fue sencillo, ninguno iba a darme una entrevista sin más y contarme su vida. Me convertí en discreto cliente, ahorraba dinero y me iba con alguno de ellos a un cuartico de alquiler. En la fugacidad de ese rato de extraño placer me mantenía alerta: los escuchaba hablar de sus vidas, de sus hijos pequeños a quienes tenían que alimentar, de sus mujeres conscientes de que ellos se dedicaban a la cacería de extranjeros o cubanos que pudieran pagar por sexo. Mi investigación fue ampliándose, una cosa me llevó a la otra, fui componiendo el mapa de la marginalidad nocturna de la Habana Vieja: la zona de las prostitutas estaba en el cruce de las calles Monte y Cienfuegos; los travestis y transexuales aguardaban a sus clientes en el Parque de la Fraternidad; la droga se vendía en un cine abandonado, etc. Me sumergí de lleno. Hice cosas impensables durante aquellos años, cosas que hoy no haría. Pero por suerte me atreví a hacerlo: quería conocer a fondo a estas personas, sus lugares, sus razones, todo ese ambiente que la prensa oficial no publicaba. Tres o cuatro años de inmersión. Tras concluir Chamaco, tenía aún tanto material acumulado que nacieron Nevada y Talco. También en obras como Por gusto y Adentro hay huellas de este universo.
Gunnels: Por mi parte, Lucía de Nevada y María Luisa de Bayamesa me conmuevan por su necesidad de enfrentarse al mundo, al exterior hostil, pero con persistencia y amor por la familia. Son fuertes ejemplos feministas para cualquier generación. Y Lucía, con su vestido rojo, es singular para mí. ¿Hay un ángel en tu obra, un personaje que realmente te conmociona?
González Melo: No suelo partir de la emoción en los procesos de escritura. Soy bastante técnico, algo que aprendí con mi maestra Raquel Carrió (gran autora nuestra, fundadora en 1976 de la carrera de Dramaturgia en la Universidad de las Artes de Cuba): la tríada estructura-personaje-lenguaje es la base de la preparación de mis proyectos. Creo que la emoción llega (o no) en paralelo a (o luego de) la apreciación de la experiencia. La emoción estará entonces en el receptor. Pero para que eso pueda suceder, la construcción misma del texto o del espectáculo ha de ser precisa, nítida, no puede partir del deseo de emocionar, porque se desfigura. A veces siento que la emoción enturbia la objetividad de lo que ocurre: sucede mucho con los actores que actúan "emocionados" y, entonces, sobreactúan; o con los dramaturgos que se sobreemocionan con lo que están haciendo y pierden el rumbo de la acción, pierden síntesis.
Sí es verdad que alguna vez he tenido experiencias singulares, yo diría que místicas, durante la escritura misma, como me sucedió con Chamaco, que sentí que alguien me la dictaba al oído. Estaba muy reciente la violenta muerte de mi padre y el monólogo de Silvia, cuando se entera de que han asesinado a su hermano, lo escribí deshecho en llanto. Siempre he creído que Chamaco es mi padre que se convirtió en ángel para dictarme esta obra y que me acompaña desde entonces.
La historia se repite
Sobre todo en sus dramas más recientes, Abel González Melo ha cambiado de describir experiencias personales en su trabajo a referenciar y dramatizar puntos de contacto históricos cubanos (como el Éxodo Mariel, los UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), el Quinquenio Gris y el Período Especial. El Éxodo Mariel constituye la migración masiva más grande de Cuba en su historia. De abril a octubre de 1980, se estima que ~125.000 cubanos salieron del Puerto Mariel para los Estados Unidos. La historia fue bien cubierta en los medios de comunicación: un pequeño grupo de cubanos tropezó un autobús urbano hasta las puertas de la Embajada peruana en La Habana en un intento de pisar tierra allí y solicitar asilo político (y eventualmente salir de la isla). Se les concedió asilo y, después, más de 10,000 personas se acercaron a la embajada con las mismas esperanzas. Al ver esta situación desarrollarse desde los Estados Unidos, el presidente Jimmy Carter emitió una invitación abierta a cualquier persona de Cuba que huyera del régimen de Castro, evitando en parte la política y el procedimiento de inmigración de los Estados Unidos. Siguió un giro típico de Castro: después de un discurso muy público el primer de mayo, el Día del Trabajador, en la Plaza de la Revolución de La Habana, vació las cárceles y hospitales de Cuba de criminales condenados y enfermos y requirió cualquier embarcación estadounidense que fuera a recoger a familiares o seres queridos para llevar del Puerto Mariel también consigo un barco lleno de otros 'indeseables', en los que incluía hombres homosexuales y personas con problemas psiquiátricos. Como señala González Melo en nuestra conversación a continuación, la historia de Cuba con los hombres homosexuales está marcada por una trágica discriminación, tortura y muerte. Los históricos campos de trabajo de la UMAP (en español, Unidades Militares de Ayuda de la Producción) que sirvieron como un tipo de prisión laboral de 1965 a 1968 en Camagüey, Cuba, fueron politizados como campos agrícolas para "objetores de conciencia", pero fueron más una especie de "purga" social de cualquier persona que fuera considerada anticastrista o antirrevolucionaria, afirma el historiador Abel Sierra Madero.4Abel Sierra Madero, "Academies to Produce Macho-Men in Cuba." Translated by Alicia Barraqué Ellison. Translating Cuba. February 19, 2016. https://translatingcuba.com/academies-to-produce-macho-men-in-cuba-abel-sierra-madero/. Esto incluyó a los acusados de homosexualidad.
Siguiente de los años de la UMAP hay un período de poco más de cinco años (1971–1977) conocido como el quinquenio gris en el que el gobierno cubano controlaba rígidamente las producciones culturales y artísticas de la isla. Esto período limitó severamente la expresión y la publicación artísticas. Varios de los dramaturgos más destacados de Cuba, como Virgilio Piñera (1912–1979), Abelardo Estorino (1925–2013) y Antón Arrufat (1935–), sufrieron tremendamente bajo esta censura, tanto por su insistencia en la libertad creativa como por su homosexualidad. Rodeados de un ambiente hostil, los tres utilizaron la metáfora como forma de expresión, siempre tratando de evitar la censura. La obra de Piñera preguntó en términos amplios conceptos de identidad nacional y la parte del escritor como resistor. Un prolífico escritor de ensayos, cuentos y teatro, las colecciones de Piñera como Cold Tales (1956) y Little Maneuvers (1963) fueron acreditadas por inspirar a generaciones de escritores que vendrán después, incluso el autor conocido del Mariel, Reinaldo Arenas. Abelardo Estorino, que antes fue censurado con su obra Los mangos de Caín (1965), solo escribió un texto en los años 70 y en cambio se dedicó a la dirección de clásicos en la Compañía Teatro Estudio. Antón Arrufat recibió altos honores de la UNEAC por Los siete contra Tebas en 1968, pero esa institución publicó el libro con una nota que acusaba al escritor de ser un contrarrevolucionario; Arrufat fue condenado, y no publicó más por una década.
Finalmente, la inmigración hacia y desde La Habana varió drásticamente desde la década de 1960 hasta la actualidad, y las leyes que prohíben el reingreso, así como la relación política y acre entre los Estados Unidos y el régimen de Castro, crearon una forma estratificada de entender el hogar, la comunidad, y exilio. A principios de la década de 1960 se produjo un éxodo de las clases media y alta, que en su mayor parte aterrizaron en el sur de Florida y se quedaron. Después del Éxodo Mariel, la política de inmigración estadounidense de mediados de la década 90 llevó a un aumento de la inmigración de la isla, ya que 'pie mojado, pie seco' permitió acelerar los procedimientos de inmigración de EE.UU. para cubanos. El aumento de balseros es notable durante este Período Especial. De estas grandes olas de inmigración, Mariel se distingue por la demografía de la población, así como por el giro politizado en ambos lados: ese grupo fue menos aceptado por los cubanos en la isla y experimentó una integración más dura en su nueva comunidad del sur de Florida.5Aviva Chomsky, A History of the Cuban Revolution, 2nd ed. (Hoboken, NJ: Wiley-Blackwell, 2015), 75.
González Melo es descendiente de estos primeros dramaturgos cubanos así como heredero de esta historia enredada. En la conversación que sigue, González Melo reflexiona sobre la realidad del hombre "gay" en Cuba antes y después de Mariel, y cómo esta faceta de la historia cubana encuentra su camino en sus obras dramáticas. En particular, su obra Fuera del juego revisa el Caso Padilla y la UMAP, destacando la censura subversiva y la tortura psicológica de los artistas en los primeros años de la Revolución. Su obra Bayamesa se remonta a lo más lejano de la historia cubana, para abordar temas de la tradición colonialista, los roles de género y el feminismo en Cuba.
Gunnels: Describe los cambios, si los hubiera, en la realidad del hombre gay en Cuba desde que escribiste Chamaco (2004) hasta En ningún lugar del mundo (2018).
González Melo: El lapso que dices comprende poco más de una década y no creo que los cambios hayan sido muy apreciables. La Revolución no se ha comportado de modo precisamente bondadoso con los homosexuales, quienes fueron considerados durante mucho tiempo lacras sociales y enviados entre 1965 y 1968 a campos de trabajo llamados UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Todo ese proceso acrecentó el machismo y la homofobia en nuestra sociedad. En la obra de grandes dramaturgos cubanos, que además eran homosexuales (pienso en Virgilio Piñera, Abelardo Estorino o Antón Arrufat), el tema no aparece o aparece muy escamoteado, quizás a causa de la autocensura: después de las UMAP vinieron los terribles años 70 y sus políticas de marginación a homosexuales artistas. A mi generación le ha tocado una etapa un poco más amable, aunque la homofobia persiste y ha encontrado vías soterradas para manifestarse. En lo personal he podido abordar el tema gay en textos que se han publicado y estrenado dentro de la isla, han aparecido antologías de poesía y narrativa homoeróticas, etc. Se ha intentado incluir, en la enmienda a la Constitución, la noción del matrimonio igualitario que ya es una realidad en tantos países del mundo: pero durante demasiados años el propio gobierno ha sembrado el odio hacia los homosexuales, y la mentalidad del pueblo no puede cambiarse de un día para otro.
Gunnels: ¿Puede el teatro cambiar a un pueblo? ¿El poder del arte o interrogación?
González Melo: Ni el teatro ni ninguna otra manifestación artística pueden cambiar una sociedad. Sería demasiado pretencioso pensar que sí. He escuchado frases como "el arte cambia el mundo" y siempre siento que tienen un sentido figurado, metafórico. El teatro no es un partido político, no es un ejército, no es una bomba atómica ni una pandemia: no tiene ese poder de cambio brusco, inmediato, contundente. Lo que sí puede el teatro, confío en que sí, es tocar la mente y el corazón de una persona, de un espectador que asiste a una función y descubre otro modo de mirar, se identifica en ese espejo, encuentra algo que le lastima en lo profundo. El teatro transforma, en ese sentido, al individuo y no a la masa, aunque la experiencia de nuestro arte la tengamos en colectivo. El teatro trabaja siempre (en su ejecución, en su recepción) el comportamiento particular, no la generalidad. Tocamos a una persona, y esa persona tendrá en alguna ocasión, quizás, la oportunidad de tocar las cosas que mueven el mundo. Esa es la sencilla y hermosa condición de nuestro arte.
Gunnels: Su obra de 2018 En ningún lugar del mundo (Nowhere in the World) aborda el silencio en torno a la identidad sexual en Cuba (desde los años 80 hasta la actualidad), tanto como temas de visibilidad gay y el trauma del servicio militar, a través del protagonista Ángel se aprecia el dolor agudo del Mariel tanto para los que se fueron como para los que se quedaron. Cuba tiene una historia de trece años en África (1975–1988), con fuerzas militares cubanas sobre el terreno en nombre de la liberación de Sudáfrica durante ese tiempo. La asociación militar terminó con la independencia de Namibia y, según algunos, el comienzo de la retirada del apartheid en la zona. No obstante, las fuerzas cubanas regresaron con problemas psicológicos, y el drama de En ningún lugar del mundo vuelve a visitar esa época, así como el trauma inminente del Mariel. Ángel, como protagonista, sale de Cuba con el éxodo del 1980, y el drama comienza con su regreso a Cuba después del Mariel, solo para descubrir que el trauma entre familias es profundo e implacable. ¿Cómo entiendes el legado de la generación del Mariel a otros artistas cubanos que han escrito en exilio, forzado o no?
González Melo: El protagonista de En ningún lugar del mundo fue forzado a abandonar Cuba en 1980 por el Mariel, debido a problemas psiquiátricos (sí, algo despiadado: los enfermos mentales eran considerados directamente escoria), cuando en realidad la familia se lo quería "quitar de encima" por sus violentos testimonios de la dura experiencia de tres años como soldado en la Guerra de Angola. La historia de nuestros exilios está llena de gente anónima que no ha dado su testimonio porque aún sigue traumatizada. El Mariel es un entorno demasiado amplio y diverso que escapa a catalogaciones homogéneas. Lo más importante, pienso, es lo que significó como fenómeno, y los miles de cubanos que pudieron (que se vieron en la obligación de) integrarse a la cultura norteamericana y, al mismo tiempo, enriquecerla con su acción directa. No puede entenderse la cultura y la sociedad de Miami hoy sin sumar las capas de exilios que esa ciudad ha asumido. En lo personal admiro mucho la voluntad y la resistencia de las generaciones de cubanos exiliados que han reinventado el concepto de patria.
Gunnels: ¿Qué piensas sobre los dramaturgos que vivieron la época del éxodo del Mariel en Cuba pero permanecieron? Pienso particularmente en Ulises Rodríguez Febles y su obra Huevos. Ya hablamos sobre la idea de salir, ¿pero qué pasa con los que se quedan?
González Melo: El Mariel ha sido relatado brillantemente por dramaturgos que se mantienen creando en la isla, como el propio Ulises en Huevos o Carlos Celdrán en Diez millones. Los dos eran muy jóvenes en 1980 pero han logrado imprimir a sus textos, llenos de matices autobiográficos, un carácter que supera la reconstrucción histórica. Me gusta eso, que podamos sacudirnos el polvo de la cotidianidad, que tanta energía nos roba, y mirar nuestra historia y nuestro porvenir con altura. Ellos viven en Cuba, sí, pero poseen una reconocida carrera internacional: Ulises ha triunfado recientemente en México con una obra que curiosamente reconstruye la trayectoria de otro artista exiliado, Dámaso Pérez Prado, y Celdrán ha paseado sus Diez millones por importantes festivales del mundo. Cada vez la frontera entre el afuera y el adentro, entre irse y quedarse, es más permeable y menos estricta. Por suerte.
El teatro disecado: El proyecto persistente de González Melo
Gunnels: ¿Cómo afectó crecer durante el Período Especial a la trayectoria o temario de tu obra, y la influencia de otros poderes mundiales (como Rusia) en tu país?
González Melo: Es inevitable la influencia. Mi niñez estuvo colmada del imaginario ruso y soviético: esa huella es evidente, por ejemplo, en mi obra Talco, pero también en parte de mis cuentos y en mi pasión por esa cultura. Estudié el bachillerato en una escuela vocacional llamada precisamente "Lenin": fue entre los años 1994 y 1997, en régimen interno. Allí padecí la escasez (de alimentos, de luz eléctrica, de recursos sanitarios) pero también descubrí la solidaridad. Allí sufrí acoso escolar pero pude formarme como alguien independiente. De esa experiencia llena de contrastes nació mi primer libro: Memorias de cera. Y esa etapa, en pleno Período Especial, marcó mi interés por la paradoja en que hemos vivido los cubanos: gritar consignas heroicas en la Plaza de la Revolución durante los desfiles, y al mismo tiempo estar muriéndonos de hambre en casa y susurrando por los rincones nuestra miseria de vida. El Período Especial ajustó el nivel de vida de la sociedad y acrecentó las diferencias de clase, el clientelismo, el mercado negro, la corrupción en todos los ámbitos. Esa doble moral atraviesa mi literatura: personajes que precisan, a toda costa, ponerse máscaras para seguir sobreviviendo.
Gunnels: En Nevada, un tema primordial es el deseo de salir. ¿Cómo ves este sentimiento a través de otras obras que has escrito, y de dónde viene? ¿Puedes profundizar un poco en la naturaleza de la relación Cuba/Estados Unidos y este deseo de salir de la isla, especialmente en esta época de inestabilidad inmigratoria?
González Melo: Nacer en una isla condiciona el deseo de ir más allá de las fronteras inmediatas que el mar impone. Ya Virgilio Piñera lo resumía en una imagen: "La maldita circunstancia del agua por todas partes". La isla es encierro y anhelo de partir para, en mi caso, tener la oportunidad de volver. Ha sido una constante cubana la necesidad de huir de la isla, acrecentada por factores políticos y económicos en la etapa de la Revolución. Mi propio padre tuvo que exiliarse en México con el fin de garantizarnos una mejor vida: no hablo de lujos, sino de tener dinero para comer, para asearnos, para transportarnos… Como la mayor diáspora se ha dado hacia Estados Unidos, tenemos con ese país una relación muy estrecha. En mi tesis doctoral estudio precisamente los vínculos entre familia y exilio en la dramaturgia de la Gran Cuba, entendida como la generada tanto en la isla como en el extranjero: me gusta esa idea de patria expandida, no sujeta a límites físicos, sino más bien a sensaciones y ámbitos en común. Esa intención recorre gran parte de mi obra como elemento de nuestra idiosincrasia: partir y regresar. Nevada y Adentro hablan del viaje clandestino por mar y los riesgos que ello supone. En Sistema, la tensión se halla justamente en que el protagonista es atrapado en Miami y no puede volver. Epopeya, Intemperie o En ningún lugar del mundo diseñan el arco que va desde el destierro hasta el regreso al paso de los años, y todo lo que ese reencuentro comporta.
Gunnels: Pero para los Marielitos, a quienes se les aseguró que una vez salieran de Cuba no podrían volver a ella jamás, el exilio ha sido y es especialmente doloroso. ¿Te interesa con En ningún lugar del mundo diseccionar el impacto que ha tenido en esa comunidad el dolor ante el regreso a la isla, que finalmente fue posible?
González Melo: Por supuesto. El Mariel y la Guerra de Angola son asuntos que apenas hemos tratado en la escritura nacional pero sus huellas siguen ahí: son heridas no cerradas, y algo de ello he intentado tocar con En ningún lugar del mundo. La estructura familiar ha sido, en la tradición de la dramaturgia cubana, el núcleo a través del cual observar los grandes temas sociales y políticos. Esto tiene que ver con lo que antes te comentaba: el teatro solo funciona desde lo particular y no desde lo general. Los procesos históricos se analizan en libros, artículos, entrevistas, en amplios fondos bibliográficos y documentales. Una obra de teatro no puede contener todo ese proceso, todas las vidas malgastadas en el intento de construir determinado proyecto político-social. Lo que sí puede una obra es aguzar la mirada, focalizar un pequeño grupo humano y aplicarle el escalpelo. Utilizas el verbo adecuado: diseccionar. Como dramaturgo me siento exactamente así: Cuba es mi quirófano, esa familia destrozada es el cuerpo que yace sobre la camilla, y he de aplicar el bisturí con precaución, con suma responsabilidad, intentando llegar a la raíz del dolor.
Gunnels: Es verdad lo que antes decías, que hay una relación muy estrecha entre Cuba y Estados Unidos. ¿Dirías que las experiencias que has tenido en Estados Unidos como dramaturgo cubano hayan sido particularmente reveladores en cuanto a entender esta relación?
González Melo: Han sido experiencias muy diversas. En Chicago, por ejemplo, Aguijón Theater ha estrenado Adentro y Epopeya; a pesar de ser textos de marcadas referencias nacionales y de que un cubano (Sándor Menéndez) los dirigió, en ambos casos se produjo un rico diálogo con una comunidad latina más amplia, gracias también a las excelentes traducciones de Marcela Muñoz: actores, equipo artístico y espectadores asumían como suyos los temas del desarraigo y la frustración política. Algo similar sentí con el estreno de Por gusto en Repertorio Español de New York, y eso que también era cubana Leyma López, la directora: la desilusión incesante de la juventud y la monotonía de la existencia circular resultaban cuestiones afines a un elenco multinacional. Cuando Ohio Northern University produjo Nevada, recuerdo que les interesaba mucho el estudio minucioso del contexto: parte del equipo visitó la isla y el montaje contó con proyecciones documentales, que contrastaban deliciosamente con la dramatización del texto en inglés, a cargo del mexicano Otto Minera y con traducción de Yael Prizant. En Miami, donde la comunidad hispana es también amplia y variada, la confrontación esencial ha sido con el público cubano, que lógicamente resulta el más interesado, por experiencia directa o por referencia, en ficciones sobre La Habana marginal de Chamaco, Talco y Nevada, obras que Alberto Sarraín dirigió. Siento que el estreno de En ningún lugar del mundo en el XXXIII Festival Internacional de Teatro Hispano, en producción de Teatro Avante, dirigido por Mario Ernesto Sánchez y con traducción de Marian Prío, ha dimensionado aún más el debate sobre la tensión Cuba/Estados Unidos, que es el conflicto entre quienes se quedaron y quienes se fueron. Menciono siempre a las traductoras pues considero esencial su labor y su dedicación: ellas, y mi traductor británico William Gregory, han sido los responsables de que mis textos queden tan bien reescritos en esa lengua.
Gunnels: ¿Cómo escoges los motivos que vas a revisar en el teatro? En Bayamesa (2019) se ve la representación directa de la Cuba tradicional de principios del siglo XX, donde la protagonista María Milanés lucha por encajar a Cuba tradicional con sus propios sueños y ambiciones feministas. En ella, tú alteras tiempo y espacio en el escenario para generar en la obra un diálogo tenso entre el pasado y el presente, y con un suicidio desgarrador que deja a la audiencia destrozada. Nos encontramos a la mujer auténtica que nos anima a todos, pero también aflora la idea de suicidio como tema social, cuando hoy día hay más y más suicidios de gente joven. Como terminas Fuera del juego: "la historia se repite, y se repite".
González Melo: La motivación de la escritura es múltiple y cambia de un proyecto a otro. Lo esencial siempre es que el material de partida resuene en mí, que me parezca urgente compartirlo en escena. En el caso de Bayamesa le debo mucho a mi madre, que es filóloga y escritora, y que me habló por primera vez de María Luisa Milanés (1893–1919). Leí sus poemas. Leí su sorprendente autobiografía, que es posiblemente el primer manifiesto feminista escrito en Cuba y uno de los primeros de Latinoamérica. Me impactó su simbólico suicidio: un disparo en el vientre, con la pistola de su padre militar. Un alma libre como ella prefirió escapar de ese modo, antes que continuar sometida al machismo imperante. Supe que la obra debía ser un réquiem que la devolviera a la vida, mediante una ficción que intentase acompañarla, darle voz, siquiera durante la hora y media que dura la puesta en escena. Se cumplió en 2019 un siglo justo de su muerte y, como dices, sigue siendo por desgracia un drama tan vigente…
Gunnels: ¿En qué anda tu trabajo ahora, después del éxito tremendo de Bayamesa?
González Melo: Me estoy sumergiendo cada vez más en la historia de Cuba. Creo que nuestra historia se ha abordado muy poco en la dramaturgia, a veces con una mirada muy superficial, y confío en que el teatro tiene la posibilidad de arrojar una luz nítida sobre sucesos del pasado que nos permitan situarnos en la complejidad del presente. ¿Cómo podemos vivir, cómo podemos entender el país que somos si no analizamos lo que nos ha traído hasta aquí? Durante años trabajé temas y conflictos del presente inmediato, desde los ambientes marginales hasta el lujo de los nuevos ricos. Pero ahora mismo eso se me ha agotado. Imagínate un país cada vez más desabastecido, con un pésimo transporte público, un país donde la gente tiene que pasar horas y horas en horrorosas colas para conseguir una libra de carne de cerdo, una bolsita de detergente, un litro de aceite, todo ello a precios astronómicos. El panorama actual es desolador, no sabría en qué tono dramático abordarlo. Quizás únicamente desde la farsa o el esperpento. Por eso me refugio en el pasado, porque siento que sin memoria no hay densidad de tradición. Hay mucho donde escarbar. El teatro no ha entrado a fondo, por ejemplo, en los graves casos de censura propiciados por las políticas culturales de la Revolución. La censura me interesa mucho: la tenemos demasiado cerca, a menudo sin percatarnos. Me interesa mucho la revisión histórica, siempre que tenga un matiz particular que pueda hablar de una tensión global.
Gunnels: La censura sigue siendo, en efecto, un problema pernicioso en el mundo, ahora con 'caras' diferentes. Al abordar el caso Padilla en tu obra Fuera del juego, te preocupas por problematizar el rol del artista.6En esta obra, González Melo re-visualiza el infame Caso Padilla, en el que el célebre poeta Heberto Padilla es arrestado, encarcelado, tortuado y finalmente exiliado por su trabajo contrarrevolucionaria que cuestionaba la Revolución, el Comandante (Fidel Castro) y el papel de los escritores en general. Utilizada como ilustración clásica de la traumática censura de finales de los 60 y principios de los 70 en La Habana, González Melo cuenta la historia desde la voz del propio poeta como protagonista principal. ¿Es que te interesa "complicar la cosa", para decirlo con palabras de tu propio personaje de Heberto Padilla?
González Melo: Dicen que uno escribe la misma obra a lo largo de toda la vida. El tema de la censura y la autocensura me ha interesado siempre, quizá porque desde muy joven tuve que negociar con ella. Mi libro Memorias de cera por poco no ve la luz, ya que, aunque ganó un premio nacional que consistía en su publicación, contaba mi descubrimiento de la sexualidad en la escuela Lenin, y eso a los funcionarios de la editorial no les gustaba nada. Chamaco, de hecho, puede entenderse como una obra sobre el miedo a la libre expresión dentro de la familia Depás, donde cada uno teme sincerarse ante el otro y todos viven en una espiral de mentiras. Epopeya obtuvo en 2014 el Premio Nacional de Dramaturgia y se publicó por Ediciones Alarcos, pero tuvo una fugaz presentación de solo cincuenta ejemplares, no se distribuyó en librerías, el libro no puede encontrarse en ningún sitio y la obra no puede estrenarse en Cuba (es un texto donde utilizo la metáfora de la Guerra de Troya y el hipotexto de Hécuba de Eurípides para debatir, una vez más, sobre el regreso a la isla de los cubanos exiliados, una vez que Príamo ha caído en combate).
Es cierto que en años recientes me he acercado mucho a la relación entre arte y censura. En 2017 dirigí en Argos Teatro, en La Habana, Cartas de amor a Stalin del dramaturgo español Juan Mayorga, que para mí es una obra que habla sobre la misma situación que padecemos muchos artistas, periodistas y cubanos en general: el terror a decir la verdad, a hablar libremente. Es también uno de los temas de Bayamesa: la censura a la libertad creativa, la plasmación del dolor mediante la poesía, la necesidad de ser independiente. El padre, el marido y la madre de María Luisa Milanés no admitieron ese espíritu rebelde, y eso desencadenó el conflicto y trajo el fatal desenclace. Con Heberto Padilla ocurre lo mismo: fue un hombre muy cercano a la Revolución cubana a inicios de los años 60, incluso fue diplomático, pero lentamente se fue desencantando y su poesía fue haciéndose cada vez más inadmisible para un régimen que terminó asfixiándolo. No quiero "complicar la cosa", más bien intento lo contrario: visibilizar estos asuntos convirtiéndolos en dramaturgia y lenguaje.
Sobre la entrevistadora y el entrevistado
Bridgette W. Gunnels is Associate Professor of Spanish at Emory University and a scholar in Latin American literature from the twentieth century, in all forms, with special emphasis in the short story.
Abel González Melo is a Cuban dramatist, writer, teacher, and theater director. González Melo studied Theater Arts at the Universidad de las Artes de Cuba and is the recipient of various prizes and awards for his literary and theater works, including the Premio Primer Concurso de Dramaturgia de la Embajada de España (2005) for Chamaco [Kiddo]. Most recently, in January 2020, he won the prestigious Casa de las Américas prize for his work, Bayamesa.
Recommended Resources
Text
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Similar Publications
1. | Hay dos traducciones publicadas. William Gregory tradujo los dos Chamaco y Nevada; Yael Prizant tradujo la triología en versión bi-lingual con prensa distinta. |
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2. | Lillian Manxor and Austin Webber, "Ground Down to Nothing but Still Fighting." Hemispheric Institute of Performance and Politics. Accessed March 25, 2021. https://hemisphericinstitute.org/en/emisferica-82/manzor-webbert.html. |
3. | Una nota de González Melo: "Aquí estamos hablando, si hay que aclararlo, solo de cisgender masculinos. Yo no soy expert en estudios y terminology de género, pero los trans y las chicas están, como explico, en otras zonas de la ciudad." |
4. | Abel Sierra Madero, "Academies to Produce Macho-Men in Cuba." Translated by Alicia Barraqué Ellison. Translating Cuba. February 19, 2016. https://translatingcuba.com/academies-to-produce-macho-men-in-cuba-abel-sierra-madero/. |
5. | Aviva Chomsky, A History of the Cuban Revolution, 2nd ed. (Hoboken, NJ: Wiley-Blackwell, 2015), 75. |
6. | En esta obra, González Melo re-visualiza el infame Caso Padilla, en el que el célebre poeta Heberto Padilla es arrestado, encarcelado, tortuado y finalmente exiliado por su trabajo contrarrevolucionaria que cuestionaba la Revolución, el Comandante (Fidel Castro) y el papel de los escritores en general. Utilizada como ilustración clásica de la traumática censura de finales de los 60 y principios de los 70 en La Habana, González Melo cuenta la historia desde la voz del propio poeta como protagonista principal. |